Thomas Fitzpatrick tenía dos pasiones: la bebida y pilotar aviones
El hombre que robó una avioneta borracho para aterrizar en un bar de Manhattan (dos veces): Thomas Fitzpatrick
La avioneta del primer vuelo de Thomas Fitzpatrick con las alas desacopladas para su transporte. John Muravcki, 1956
Thomas Fitzpatrick tenía dos pasiones: la bebida y pilotar aviones. Ya no queda casi nadie en Nueva York que recuerde su épica historia. La de un borracho que, el 30 de septiembre de 1956, sustrae una avioneta del aeropuerto de Nueva Jersey para aterrizar en una calle de Manhattan. Y eso que lo hizo dos veces. La segunda para demostrar que su historia era cierta.
Según explica uno de los pocos testigos: “Había estado bebiendo gran parte de la noche y en torno a las 3 de la madrugada apostó en su bar favorito que era capaz de regresar desde Nueva Jersey hasta el mismo bar en 15 minutos”. Según relata New York Times, Thomas Fitzpatrick convirtió aquella apuesta en una osada hazaña de la aeronáutica al robar un avión de un aeródromo de Nueva Jersey y aterrizar frente al bar donde había estado bebiendo aquella noche. Fue un aterrizaje suave, aplaudido por los curiosos y por la prensa local, lo que no evitó que la policía lo procesara con cargos por robo. Gracias a que el propietario del avión se niega a firmar la denuncia, Thomas Fitzpatrick solo tuvo que abonar una multa por violación de las ordenanzas municipales de Nueva York (que prohíben aterrizar un avión en plena calle).
La avioneta del primer vuelo de Fitzpatrick. John Muravcki, 1956
No obstante, la multa no sirvió para impedir que, dos años más tarde, repitiera la hazaña. El segundo vuelo lo realizó un 4 de octubre de 1958 pasada la medianoche. Así, borracho de nuevo, vuelve a robar una avioneta y esta vez aterriza en el cruce de la avenida Ámsterdam en el mismo barrio donde aterrizó la primera vez. Los medios locales informaron que Thomas Fitzpatrick saltó del avión con un traje gris y huyó de la escena para acabar entregándose más tarde. Según explicó él mismo a la policía, lo había vuelto a hacer porque el dueño de un bar que frecuentaba se negaba a creer que la historia del primer vuelo fuera cierta. Fue sentenciado a seis meses de cárcel. “Si te hubieran dado un buen escarmiento la primera vez, es posible que esto no hubiera ocurrido de nuevo”, dijo el juez que le procesó.
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